sábado, 23 de noviembre de 2013

El Dios del siglo XXI y su religión consumista


Más allá del buen y el mal consumo

Desde tiempos antiguos el ser humano ha buscado sentido a la existencia misma teniendo creencias y ajustándose a nuevos sistemas para encontrar el equilibrio armonioso y la sana convivencia con los demás seres que lo rodean.

La evolución como especie ha obligado al ser humano a crear sistemas que se acoplen a sus necesidades básicas naturales, teniendo siempre en cuenta el beneficio interesado de un grupo, sin tener en cuenta lo relativo y la diversidad de ideal humano. Pero a esto han surgido errores que no permiten el funcionamiento de dichos sistemas. El mas reciente problema que aqueja a las personas en la actualidad es el consumismo excesivo, causado en gran medida por un régimen capitalista en donde las prioridades se centran en el dinero y en la necesidad de consumir cosas materiales.


El deseo infinito de obtener siempre más de lo que se tiene. Tal como dice Arthur Schopenhauer: el ser humano no deja de desear cosas, aun cuando logra obtenerlas busca más allá de su propia voluntad llevándolo a la imposibilidad de satisfacer su deseo. La sociedad contemporánea se vuelve una sociedad de una banalidad vulgar e intereses que reflejan, desde un punto de vista social, la necesidad de obtener mascaras ante la mediocridad intelectual.



El consumo abre oportunidades sin las cuales una persona quedaría
sumida en la pobreza humana. La alimentación, la vivienda, el agua, el saneamiento, la atención médica y la vestimenta son necesarios para una vida larga y saludable.

Pero hasta que punto el consumo se vuelve una obsesión extremista en la que se es capaz de arriesgar la integridad por cosas que no necesariamente son de suma importancia en la vida común. La pobreza no esta en los bolsillos sino en la mentalidad individual y es ahí donde no se invierte. ¿Todo el mundo tiene un precio o se valora erróneamente?

“Todos deseamos un estado social mejor.
Pero la sociedad no podrá mejorarse
mientras no se efectúen dos grandes tareas.
Si no se establece la paz sobre bases firmes,
y si no modifican profundamente
las obsesiones dominantes con respecto
al dinero y al poder, no hay ninguna esperanza
de que pueda realizarse
transformación deseable alguna.”
Aldous Huxley

Tiempos modernos

El dinero ya ha sido asimilado como parte de nuestro genoma, la etiqueta capitalista de control de calidad de cada unos de los usuarios de este servicio globalizado. ¿Quien necesita felicidad cuando se tiene dinero? ¿Comenzamos a vivir una sociedad predicha por Orwell o Huxley?



Esta nueva sociedad tiene la creencia generalizada es que todo el mundo tiene que ser feliz todo el tiempo, o al menos, aparentarlo. En la sociedad de las apariencias, la felicidad no se podía quedar al margen. Estar triste no está bien visto por una sencilla razón; no hay razón para sentir tristezas, cuando hemos llegado a la cima de la escala evolutiva en el planeta, siendo la raza superior capaz de desarrollar tecnologías para hacer una vida más fácil y placentera, erradicando así la lucha por supervivencia y la satisfacción de necesidades.


Se puede demostrar fácilmente el egoísmo humano, pero claro que no es malo como ya se ha recalcado, los deseos y expectativas del ser humano son el motor que le da cierto sentido a la vida sin embargo, ¿Se puede desear algo positivo para uno mismo sin perjudicar a un tercero? Anhelar el alma es más barato que cualquier cosa y más satisfactorio para sí mismo.




Religión de masas


El ser humano desde su existencia es obligado a enfrentar su cruda naturaleza en el mundo, así que de esta manera ha buscado “maquillar” la realidad y creer vivir en plena y perfecta felicidad. Desde tiempos antiguos se intentaba buscar un consuelo a las desgracias en seres divinos o representaciones de la bondad y la perfección. Durante el tiempo esas figuras fueron cambiando y adaptándose a los nuevos ideales humanos; Dios no murió, solo cambio de forma.


El consumo se volvió equivalencia de felicidad y sentido. Identidad, seguridad emocional, autoafirmación, amor, sensualidad, estatus social, rebeldía, etc., todo es saciable mediante las mercancías. El Paraíso existe y está aquí, en el centro comercial. Centro comercial del cual emanan todas las potencias encriptados en las marcas. La biblia del consumidor es a través de los evangelios publicitarios, que nos bombardean día a día con la venta de nuevos productos para la obtención de placer y la satisfacción de necesidades prescindibles.

Consumo, luego existo

El humano evoluciono; o quizá involuciono en lo que Adela Cortina menciona como el homo consumens, desplazando así a los demás sapiens, faber y lundens.

Llamado de esa manera por las cualidades desarrolladas durante un contexto capitalista postindustrial y que el consumo se ha constituido en la esencia del ser humano y que lo han llevado a enfocarse en una prioridad dentro la vida cotidiana urbana. De tal modo que desde el punto de vista marxista hace recaer en el trabajo la clave de comprensión de la naturaleza humana, en su situación de explotación y a la vez de liberación, por lo que no resultaría conveniente aplicar a las sociedades del siglo XXI.


Después de la revolución industrial y de que los nuevos métodos de producción dentro de la industria fueran ajustados a un mejor desarrollo es cuando aparece el auge de los estereotipos utilizados para la publicidad. Estrategias muy bien estructuradas para un ataque directo al consumidor, basándose en el deseo natural de la gente a lo que le precede la emoción como un deseo coloreado.




El dinero es la cosa en sí, vive del consumo y causa la decadencia en el hombre moderno que no es capaz de utilizar a su beneficio los sistemas impuestos por él mismo. ¿Fue muy temprana esta idea del consumo excesivo? Las consecuencias son notables, no sólo es aspecto de cultura sino que atentó contra la propia naturaleza sensible y desprotegida ante la explotación despiadada de recursos para absurdas y banales necesidades.

El consumista es un ser a veces cegado por el deseo de obtener aquello que un emisor externo le vende como estereotipo de moda y el cual le crea una necesidad incensaría pero aparentemente primordial para encajar dentro del sistema.








Fuentes:

Por una ética del consumo de Adela Cortina.
El mundo como voluntad y representación de Arthur Schopenhauer. 
Consumo, luego existo de Joan Torres Prat.
El capital de Karl Marx.
El consumo me consume de Tomas Moulian.

3 comentarios:

  1. Lo que mencionas sólo se logrará derrocando al neoliberalismo con el levantamiento del proletariado y mediante la fuerza.

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  2. me encanto, gracias por este tipo de aportes, sigue así

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